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Crítica de Último aliento: Festival de Cine de San Sebastián

El nombre comercial de Costa-Gavras, compuesto por un solo guión, ha sido sinónimo de thrillers políticos desde entonces. O Filmada desde el principio en 1969, ganó dos Oscar y atrajo la atención mundial hacia las maquinaciones de la junta militar que gobernaba Grecia en ese momento. Entre las numerosas películas que ha hecho en las décadas siguientes, ambientadas en Francia pero trabajando también en inglés, las películas políticas más destacadas son: Estado de sitio, Desaparecido, Amén.

Costa-Gavras, sin embargo, tiene otros recursos a su disposición. Testigo Último aliento (El último soufflé), una película verdaderamente maravillosa, que se proyecta a concurso en San Sebastián. Trata sobre la muerte. No a punta de pistola, sino en el curso normal de los acontecimientos, tanto si el moribundo se muestra sereno y sin miedo, luchando con uñas y dientes por seguir vivo, como si se encuentra en estado de negación. Basada en un libro de Regis Debray y Claude Grange, que colaboraron con el director en la escritura del guion, la película sigue la incipiente amistad entre un filósofo popular y un médico especializado en cuidados paliativos.

Denis Podalydès, un actor más asociado con la comedia, interpreta a Fabrice Toussaint, un escritor que a menudo aparece en programas de entrevistas (de la variedad francesa intensamente inquisitorial), cuyos numerosos libros incluyen Azote de los mayoresun polémico ensayo sobre los cuidados al final de la vida que está revisando actualmente y que sus editores esperan que sea un gran éxito. No se dan cuenta de que Fabrice tiene otra fuerza impulsora en su renovado interés por la muerte: una resonancia magnética ha encontrado un punto latente, pero potencialmente mortal, en su corazón.

Intentando con valentía ocultar su ansiedad, aprovecha la oportunidad cuando Augustin Masset (Kad Merad), un médico a cargo de los cuidados paliativos, se presenta ante el famoso filósofo como un admirador. Se llevan bien de inmediato, tanto que Augustin invita a Fabrice a unirse a él en sus rondas. Algunos pacientes, como el joven agitador que exige furiosamente más quimioterapia, se enfurecen ante la muerte de la luz. Otros, como la anciana que no quiere nada más que un último plato de ostras con vino blanco, se encaminan hacia la muerte con una sonrisa en el rostro. A cada uno se le presta la debida atención, que es lo que caracteriza el estilo de atención de Augustin.

Si esto suena demasiado esquemático, es la gran habilidad de Costa-Gavras, que, después de todo, ha entretejido algunas de las escenas de persecución más emocionantes de todo el cine, para unirlas de manera que la estructura en cadena nunca se desmorone. Una idea sobre la muerte y la agonía lleva a la siguiente: Fabrice y su esposa (Marilyne Canto), firmemente gerencial, están anticipando un debate televisivo temible, pero en cierto sentido, el debate ya está teniendo lugar dentro de la película. Las ideas y opiniones se analizan, se cuestionan, según la tradición socrática.

Y si eso a su vez suena aburrido, no lo es. Las historias de estas personas son fascinantes. Más que eso, su dignidad –y a veces la falta de ella– es profundamente conmovedora. La última mujer moribunda que conocemos es la matriarca gitana Esmilia (Angela Molina), que llega al hospital en una caravana y quiere que eso acabe con su propia vida en la carretera. Incluso con un dolor terrible, esta mujer convierte la muerte en una celebración. Cuando sale de la sala con su familia, desparramada y vestida de colores brillantes, cantando y bailando por el pasillo, su coraje colectivo y su don para la vida –sin importar la muerte– es como un estallido de alegría. Es emocionante ver a Molina, arrugada, vieja y gloriosa.

La película es un escaparate para muchos actores veteranos y excelentes. Charlotte Rampling interpreta a Sidonie, quien exige firmemente que su amigo Augustin se asegure de que tenga un final rápido y que no la traigan de vuelta para que sufra más. Hiam Abbass es la esposa del amante de los perros, quien se niega a dejar ir a su marido hasta que se enfrente a toda la verdad.

Último aliento Es una película sobre la verdad. Quizá no diga toda la verdad: estas resoluciones surgen como ideales, al igual que la idea de que todo el personal de enfermería hubiera leído los numerosos libros de Toussaint es encantadora pero improbable. En un mundo mejor, tal vez todos encontraríamos tiempo para leer filosofía. En un mundo mejor, moriríamos en estado de gracia.

Pero ahí está: también es una película sobre ideales. Tal vez sea un error describirla como estupenda, dada su suave reflexión, pero una hora después de verla, siento como si me hubieran conmovido el corazón, algo que películas mucho más grandiosas y emocionalmente explosivas no consiguen ni de lejos. Y, sin embargo, lo consigue de forma metódica, sin histrionismo, ganando fuerza a medida que avanza.

Como testimonio sobre el final de la vida por parte de un cineasta que, a los 91 años, mira claramente –y mira claramente– el final de la suya, es realmente una maravilla.

Título: Último alientoFestival: San Sebastián (Concurso)Director: Costa Gavras Guionista: Costa GavrasElenco: Denis Podalydès, Kad Merad, Marilyne Canto, Angela Molina, Charlotte Rampling, Hiam Abbass, Karin Viard, Agathe BonitzerVentas: RecreoDuración: 1 hora 37 minutos

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